Ben-.

Primeros minutos-.

Desde el minuto uno,

no he dejado de pensar en ti.

Vacío en los límites

donde la espesura que completa,

deja abierta la esperanza

a la nada más herética.

Oh, odiando, y malversando

en el camino se perfora lo anegado.

Veo de lejos la línea sutil

el convexo patio de azulados tonos,

el cuerpo de los latidos inundados.

No hay Dios, ni dos divinidades, ciegas.

Sólo, tus ojos, abiertos al mundo

para nada.

La muerte te sentaría bien.

Cornudo de los huevos a la cabeza.

 

 

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