No hay mal que cien años dure
Engorda la mentira en vanidad,
viviendo en pedestales carcomidos,
mientras lloran los duendes escondidos
que vieron ultrajada a la verdad.
También llora con ellos la bondad,
entre mudos silencios doloridos,
que padecen al verse perseguidos
por egos que presumen de humildad.
Me dicen que no hay mal, que eterno dure,
mas vamos por dos mil... Por eso dudo,
que venga alguien, por Dios, y me lo jure.
Que viva el mundo en paz... Lo veo crudo,
hasta que no haya quien, al fin clausure
esa famosa ley... La del embudo.
El pobre nunca pudo,
levantar de los cienos la cabeza;
por credos que absorbieron su entereza.
Mercedes Bou Ibáñez