Entre el Atlántico y Culebra,
La luna celebraba su noche de doncellas.
Por fin, el cielo era nuestro.
Era nuestro el mundo.
Nuestro el momento.
En este sagrado vecindario
Somos bendecidos por este amparo:
Un infinito coqueteando a las estrellas,
Unas nubes persiguiendo su alma gemela.
Y junto a este jardín, nuestro patio:
Un mar besándole el cuello a la arena,
Una oscuridad inquieta
Anhelando la luz de la luna llena.
Y en el entorno,
De esta memoria concebida,
Nosotros,
La cobija, Yo y mi Quimera.