La quietud se detuvo un instante sobre mí.
Otro aire había llamado a la brisa y no estaba.
Y, sentida por las aves que callaron sus voces
quedó sólo el eco de aquello infinito
que salía de mi alma como grato recuerdo.
Lo quieto, que se expresaba en el silencio,
escuchaba también al eco y su decir silente,
y quiso quedarse un rato para estar conmigo.
Mi alma agradeció ese gesto del instante
en que la quietud en besos se detuvo.
De mi libro “De mis últimas letras”. 2020 ISBN 978-729-540-5