Sobre la mesa hay una carta abierta.
Son casi ilegibles sus letras,
Más colmadas de tristeza cierta.
Esa carta está húmeda, es por el llanto vertido en ella.
Muchos la miran, más nadie puede leerla.
Sólo a quien va dirigida sus letras.
Hay un dejo de ternura profunda y cierta
Que quebranta al alma y la deja trémula.
Suspiros que vuelan como palomas errantes a la bóveda inmensa.
Alguien está leyendo esa carta abierta.
Sollozos desgarradores que de oírse no dejan.
Lamentos sobre lamentos como de un alma en pena.
Ni aún la agonía de una rosa siente más tristeza que ella.
Dejaron de leer la carta sobre la mesa.
Silencio se escucha en esta hora sin hora muerta.
Y en el olvido que todo lo olvida quedará olvidada...,
Quedará olvidada esa carta perversa.