Simon Abadia
Getsemaní y calvario
En una noche sonaron
cerca de Getsemaní,
lamentos de cobre y plata
en la tribu de Leví.
Son los olivos testigos
de tu sangre carmesí,
donde el dolor se hace negro
en manos del alguacil.
Treinta monedas de plata,
o treinta maravedí,
viene la turba encendida
por el viejo sanedrín.
Por tu frente brota sangre
que no es agua de alhelí
solo, te ves en tierra
con corona de organdí.
Ya están cerrados los cielos
por un solo querubín.
Los olivos están tristes,
son los de Getsemaní.
Te llevaron al senado
al senado Judaí,
estaba el gran sacerdote,
a quien llaman el Caí.
Preguntas y más preguntas
escribas del sanedrín,
siempre estás en entredicho
por gente del Sinaí.
Cruzas miradas con Pedro,
poderosa es la amistad,
formaré de ti poliedro
en aras de lealtad.
El gallo canta tres veces
y tres veces anunciaste,
el edén está silente
contemplando aconteceres.
Lágrimas que son rocieras
fuente de gotas divinas
surcos hacen en mejillas
al ver el fallo que hicieras.
Vas de Herodes a Pilatos
asemejo de otros tantos,
si nos lavamos la manos,
tan solo es que lo dejamos.
¿Eres rey de los judíos?
¿eso dices por ti mismo,
o quizá que te lo han dicho?
No contesto, ni comento.
Mofas del vulgo y soldado,
de madrugadas perdidas,
pongo corona de espinas,
báculo del rey alado.
Están uniendo dos palos
pandemia de los humanos,
¿Dónde están las cosas serias,
en sacos de las miserias?
Iahvé, Dios y padre mío
que pase de mí este cáliz
más sabes que en Ti confío
en aras de aquel desliz.
Llevo cruces en mis hombros
en mi espalda los pecados
los gritos y vuestro odio,
mi corazón un calvario.
Miro tu corazón, madre,
los dolores de tu parto,
tristeza, dolor y sangre
por la chusma y su flagelo.
Clavado entre dos cruces,
quebrados están los cielos
lluvias que lavan las sangres,
todo rueda por los suelos.
Eloi, Eloi lama sabactani.
(Gritó: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?)
¡Se rasgó el velo del templo¡
Quien quiera oír que oiga
y el que quiera ver, que vea.
Épocas duras de crédito
para vivir siempre en Cristo.