Es difícil escribir, le digo a Camila. Es difícil salir del silencio para corresponder con nuestras palabras al mundo. Corresponder es demasiado. Nuestras palabras apenas salen como un eco que se atora en la espiral de algún oído, que interiorizándolas lentamente, termina por olvidarlas. A veces, y nunca se sabe cómo, ni porque, y esto constituye una incertidumbre, las palabras cambian el rumbo del viento que empuja la vida de alguien. Podríamos buscar una explicación metafísica para lavar la culpa de nuestras limitaciones humanas, pero es preferible vivir con la culpa estrecha de nuestras limitaciones, que en el engaño de un mundo fuera de orbita. Es difícil escribir, le digo a Camila. Igual no hay que rendirse, hay que escribir algo sensato, algo que transparente las vísceras, para reconocernos en cualquier punto que ocupemos en el tiempo y el espacio.