Me entregó con ardor el trofeo
de su hechizo sensual y atrayente;
y saciando mi loco deseo
destilaba pasión absorbente.
En las noches sentía el jadeo
de su cuerpo febril y candente;
que con dulce y vivaz coqueteo
de ilusiones sería mi fuente.
En su mórbida y regia figura
de Afrodita se hallaba el encanto,
que despierta fogosa locura
y convierte la vida en un canto;
que emborracha con grande dulzura
y nos cubre de orgiástico manto.
Autor: Aníbal Rodríguez.