La guarida es de lobos en la boca del odio
colmillos de las fieras, celdas del episodio
(habré cortado el tiempo, con el tiempo parodio).
Entre brumas cavilo, yo más fuerte te abrazo
pese a que de la vida sólo tenga un retazo.
Tu perfume en mi ropa razón de la locura,
y qué enfermiza anduve, no pude hallar la cura,
las presas enmudecen en sádica captura.
Gemidos inaudibles, invisible suplicio
no los percibe nadie, sometida a Tu juicio.
Qué devuelve el espejo: signo contradictorio,
gesto asustado, esquivo, río del purgatorio.
No caíste en la cuenta de su ritual mortuorio.
El mutismo es nodriza. A hablar bajo, aprendí,
del murmullo escondido, cautiva y baladí.
Me vi con un cuchillo, ciego, desencajado,
te vi con rostro inerte, tu cuerpo ensangrentado.
Esta risa nerviosa del horror silenciado.
Qué guardaba la ropa madriguera perfecta
cicatriz insufrible, loción enferma y abyecta.
Qué desgarra el telón encubriendo la escena.
El telón limpia el llanto, todos me vieron plena.
En el conmigo misma cargo la enorme pena.
Miedo de lo posible, con la siniestra daga
que juega con mi mente, cuando todo se apaga.
El tiempo es humareda vaporizaba daños
trampolín de tu ropa escalaba peldaños.
Que faltaba la vida, que sobraban los años.
Con lengua entumecida sujeta me quedé,
era la misma muerte todo lo que te amé.