Cuando la primavera
apuntaba,
y el aire aún era frío,
disputaban dos pájaros
el cobijo de una
recóndita rama.
Tercos eran sus
picotazos,
sus crestas como
puntas de flechas
erizadas.
Sus plumas,
las unas eran azules,
las otras encarnadas,
como sendos
abanicos abiertos,
dando aire en
una tarde de
calores agobiada.
Seguía la pugna tenaz
por la posesión
de la rama.
Mas...¡Ay!
Que la rama
era ya muy vieja...
y ajada…
Con tanto empuje
y trasiego
¡pobre rama!
se truncó
desquebrajada.
Los pájaros
en el aire frío
quedaron,
con el aleteo
de sus alas.
Carmen Úbeda Ferrer ©