Había una vez un astronauta triste
Que lloraba fuertemente en el espacio:
Un día por fin se quiso matar; dentro de su traje desconectó decidido su tanque
Pero antes de morir de asfixia por la falta de oxígeno,
Con el cristal empañado y el casco empantanado,
Flotando en círculos el astronauta llorón murió ahogado y perdido en su propio llanto.