Enfermo de frustración, solo y herido
así me hallaba por tu ausencia dolido
pero como el Fénix de las cenizas me levanto
ya sin rabia, y el rostro limpio de llanto
No te odio, al contrario, hasta celebro
verte al fin feliz y radiante
laureles en la frente
y en la mano un cetro
creo que hasta te admiro
y podría escribir para la posteridad
que conocí a un ser muy singular
a quien amé con amor leal e intenso
pero igualmente egoísta y dañino
sin logrrar nunca victoria ni tregua
Intenté moldearte en vano, a mi manera,
qué insensato fui, qué arrogante
los lazos con que te até y te retuve
fueron de opresora, venenosa hiedra
Del el tren incómodo donde viajábamos
A ninguna estación te permitía bajar
Absorto en llenar de lumbre las calderas
No hice caso al pitido constante de las alarmas
Hasta que finalmente y sin remedio descarriló
El bullir de mi sangre Dios perdone
Las carencias de humildad, carisma o fortuna
Ni me importaron ni cultivar quise
al conocerte se apoderó de mí pasión desconocida
Dios me lo perdone, llegué hasta la locura
tan sólo de imaginarte en otros brazos
que te brindaran más placer, más sosiego
y quedara con mi orgullo hecho bagazos
Dios me lo perdone, mi amor insolente
renegó, exigió, amenazó, al verse rechazado
no comprendí hasta que mi cáscara resquebrajada
de dura nuez por tanta furia y penar ya calcinada
a un sentimiento sincero y temeroso dio salida
Dios me lo perdone, sin desearlo fui verdugo
a quien más amé, impuse duro yugo
aplasté, ilusión, voluntad y nobleza
en aras de un sentimiento opresivo
que creyéndolo único perdió crédito
no puedo ya nombrarlo, me da pena
ahora que entiendo y acepto mi derrota
mi destino no es el tuyo Dios te bendiga.