Súbita memoria, yama incandescente
la del pasado distante por la muerte
Sueño manchado de tinta negra, relevante
visión lúcida en la noche, desenlace,
recuerdo, estigma sangrante de lo ya vivido.
Todas las vidas en una sola cuerda trenzadas,
mezcladas con la noche de mi alma.
Mirada, negra mirada, flor mordida.
Todo el color de la vida proviene de esa yama
que nos resucita para algun dia volver,
resurgir con fuerza de la caída.
Alma precipitada, la pureza se fue con el dia.
Solo queda en la tierra una aspereza de tierra quemada.
Una luz prohibida, que en el sueño se dilata sosegada.
Son lamentos de ira, del tiempo consumido,
de un suceso repetido, clavado como una espina
de rosa, de flor hermosa y dañina, espina
clavada hasta el hueso, hasta la memoria.
Sangre que no es sangre, es imagen y sonido,
es su aroma ya un pedazo del viento.
Giramos como la espiral por regresar a su centro.
Un nuevo dia abres los ojos y todo se ve distinto.
La noche, el sueño, me trae vivos recuerdos
de una vida que ya he vivido, de una vida que ya he muerto.
La nostalgia reprimida avasayaba mi voluntad,
y vagaba sin hayar lugar ni calma cual huracán...
El cielo abierto era una amenaza de tronada,
y un agua gélida se cernía sobre esta morada...
Pero desde lejanías ignotas mi voz vino sola,
cayó del pico de un pájaro como ramita rota;
y ahora soy ese fresco viento que me yeva adonde
otra distinta o el eco de la mía parece que responde