Cae la noche despacio
en el mar de los olivos,
donde la lluvia es ausencia
y los pájaros tranquilos,
como si fueran recuerdos
que brotan sobre el olvido,
como si volara el tiempo
por la niebla como un hilo,
el que persigue Teseo
por salir del laberinto.
La luna se desmigaja
entre estrellas y cuchillos
y los árboles, cenizas,
polvo al polvo, solo han sido
como Judas de la cuerda,
de la traición testigos
silenciosos de una tierra
que abomina de sus hijos.
Cae la noche espectral
en el mar de los olivos.
Silban los vientos, aúllan
como perros, a mordiscos,
a dentelladas, zarpazos,
pesadillas y delirios
bajo el fuego de una vela
que amamanta sueños líquidos
para poder apagarla
en el sosiego del nicho,
donde las flores reposan
por los siglos de los siglos,
donde la carne se pudre
y alimenta seres vivos
para seguir adelante
dando vida a eternos ciclos
pues el fin no es el final,
solamente es un principio
diferente, un nuevo día
en el mar de los olivos.