Por la bocana del puerto
los barcos van a la mar
entre las brumas, al alba,
en un ensueño de sal.
Un ejército de pájaros
con ellos sale a pescar
lo que sobre de las redes
como migajas de pan.
Es la luna un cenicero
de mirada vertical
que se incendia adolescente
sobre el beso de cristal
por el que, tristes los barcos,
atraviesan sin parar
de navegar el silencio
para nunca regresar.
Tristes van los marineros,
triste va su capitán,
tristes los peces, las olas
y el viento, tristes están.
Pues saben de la derrota,
del naufragio del final
y que, en la flor de la vida,
solo un recuerdo serán
que se pierde sin remedio,
sin encontrar su lugar,
en el olvido del agua,
como lágrimas al mar.