Retornará la niña, mariposa,
al fondo del capullo de una rosa
irisando al cielo sus alas anforosas
para recoger amores ciegos cada noche,
escapados albedríos, inusitados,
como un bombón derramando licores;
adormecerá livianos vapores,
aguados otoños ensoñados de Abriles nuevos,
ebrios del irisado Mayo recibido,
Y ya el párpado abatido
los corderos de invierno tenebrosos
saldrán volando en alfomfras de Aladino
abandonando el capullo de rosa malherido
a anidar en hojas de un abedul perecido.
Reposará la niña, seda de Luna,
al fondo del marchitado capullo contenido
de la rosa mal florida
mientras perdure graciosa en la noche ennegrecida.
Y al día,
escuchándo el canto de los pétalos,
embravecida,
vieja del panal de zánganos desvalidos,
vieja de la vejez de la niña
desnuda de sombreros que escondan su sonrisa,
irisando al cielo sus alas anforosas
para recoger amores de aguas blanquecinas,
suspiros de tierras bañadas de brisa,
aromas de enraizados Abriles juveniles,
asirá una rosa nueva sin espino.
Eloisa