Hace siglos dejé de ser prudente
pero quiero ser más justo y ser más fuerte,
la templanza no fue jamás mi enseña,
perdí la fe en las doctrinas y en sus huestes,
pero nunca he perdido la esperanza,
no he mendigado perdón ni caridad,
sé que a veces me pudo la soberbia
y actué con violencia y mezquindad
que fui preso del odio y de la ira,
y perdí la razón de la equidad.
Sé que a veces pacté con la avaricia,
que la lujuria me pudo avasallar
que me entregué a los embates de la gula
como un cerdo en un sucio lupanar,
pero nunca me rendí a la envidia
ni me dejé encadenar por la pereza,
hoy aun puedo mirarme en el espejo
y mantener alta y firme la cabeza
arrepentirme de todos mis pecados
y cultivar las virtudes que aún me restan
y aunque a veces resuenen los clarines
nunca más volveré a pisar la arena.