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**~Novela Corta - El Murmullo del Tiempo~**

El tiempo es casi inerte, inmóvil, pero, no ciego. El tiempo es inspiración innata porque realmente es indeleble lo que sucede. El tiempo es un murmullo, un susurro, un eco en el cielo dejando ataviar a la vida. El tiempo, ¡ay, del tiempo!, si en el ocaso, en el crepúsculo, en la tarde y, en la mañana como en la noche y por el día, se atreve a desafiar el vil momento. El tiempo es la musa original de cada quien. El tiempo, sólo es un tiempo bueno o malo, pero, es el tiempo. Luna dice siempre que… “el tiempo es como el sol va y viene, pero, aunque se ve igual no es el mismo”. El tiempo realmente no se detiene ni con las horas ni con la luz del sol. Si en el instinto de Luna se vio mortífera, leal y trascendental porque en la vida y más que eso se vio la vida como intransigente e irreal. El murmullo del tiempo va desde cero a cien grados de perfección cuando en la realidad todo sale a la luz. Si por el día y por la noche sale la luz, es como interponer el ademán frío de un amor en el tiempo. Cuando en el ocaso o en el desierto frío se percibe lo que más se encierra en el alma una palabra que se llama tiempo. El tiempo no caduca, inspira y aspira a un buen porvenir, que va y viene desde el principio hasta el final de un buen o un mal tiempo en que la vida se aterra a sentir más. El sentido se aferra a una estadía y a un encierro total en que el mundo se horroriza de un espanto seguro y tan nocturno, cuando en el alma se siente como el desenfreno y de un mal freno sin combatir el tiempo. El tiempo es como el sol, pasa desapercibido dejando luz, pero, dejando también cenizas heladas por derredor de un fuego devorador. El murmullo del tiempo es como no pasar sin desavenencias ni fríos ni condescendientes ni álgidos porvenir cuando el murmullo del tiempo se horroriza de un espanto nocturno y frío como el pasar del mismo tiempo. La luz del sol en el ocaso y más en el crepúsculo se siente como pasar por el cuerpo y en la piel un bronceado cuando se gana como se pierde esa luz en el tiempo. La vida y el tiempo es como correr entre las horas de un bien o un mal comienzo en el intercambio en dar una respuesta. Cuando en el alma y más en el tiempo se debate una sola espera en que se espera como el reloj percibe a las horas. Cuando en el trance de la verdad se aterra a la verdad la franca espera de esperar en el tiempo una osadía que por la insistencia se abre el silencio en murmullos. Si en el tiempo y más en la calma y en la misma tempestad, se percibe el instinto frío. Y en poder creer en la misma calma, pero, en la terrible tempestad. El desconcierto se aterra en desear que el tiempo se intensifique como el mismo imperio de unos ojos abiertos. Si en el tiempo y más que eso se siente como el desastre de creer en la forma de ver al cielo de insistente creer en el alma. Y, el tiempo y más que eso como el mismo invierno frío si va y viene como la misma fuerza de la vida y de la insistencia que se aferra al poder de ser el tiempo. El tiempo y más que eso cuando entre las horas perdidas del reloj, se siente como una verdad efímera y como una ausencia del tiempo no se debate ni en un mal o bien porvenir. El tiempo es tan impredecible porque cuando corres te quedas atrapado entre la prisa de ir y venir. El tiempo es como subir y bajar el umbral del cielo esperando a que el comienzo se detenga una vez más, pero, no es así, el tiempo camina a paso lento como el de la paloma, pero, siendo muy certero en su afán de poder vivir lo mejor del mundo. El tiempo a nadie le importa a menos que vayas a prisa y como brisa salta así, si saltas tú. Y, esperando a que el tiempo camine sencillamente cualquiera se puede tropezar de tal forma y de tal manera en que el mundo cae de rodillas ante las adversidades. Luna, siempre se dice que… “el tiempo es como el sol va y viene, pero, aunque se ve igual no es el mismo”. Y, así, mismo es la vida aunque prosiga igual no es la misma, si el sol sale para todos igual, pero, no las sombras ni el silencio. Sólo el tiempo es como la espera, se espera en exasperación, en una eterna desesperación, pero, tan inocua como al mismo tiempo indeleble. Aunque no te des cuenta, el tiempo es real, pero, transitorio, no temas a nada que el tiempo es el mejor apuntador en el alma. Y es como el mismo tránsito indeleble como el mismo tiempo. Si el mal tiempo llega no desanimes jamás, ni te acuerdes del mal tiempo ni lo recuerdes en tu vida, pues, como el mal tiempo llega y se va lejos de tu propia alma. ¡Oh, Luna, y del cielo añil! no caduca el tiempo jamás, sino que se renueva cada vez que pasa el tiempo. Si en el alma y más que eso en el fuego clandestino se siente como el fuego devorador de una insistencia cuando el fuego no se extingue ni de raíz ni en llamas. Si el tiempo no expira no dejes de amar jamás, pues, en el corazón sólo se siente el latido fuerte en volver a amar dejando el latir sólo y tenue. El tiempo, ¡ay, del tiempo!, el murmullo del tiempo, un susurro grito a voces muertas, al silencio sabio y eterno, sabiendo que el ocaso y el frío se dan en equinoccios de tiempo. ¡Oh, Luna, lunita de mi pobre alma!, que dejas en mí el interior de tu ira, no desanimes más, no relajes más en el interior de mi alma al maldito o al bendito tiempo. El tiempo es como el recelo de mi alma cuando en la luz se siente un paisaje hermoso. ¡Oh, Luna, lunita del cielo escondido!, y de mi solo instinto el que te dicta la forma de amar más bajo el cielo añil de luna fugaz en el cielo nocturno y sin debate de una sola caricia en el cuerpo y con la luz del alma. Si en el tiempo, y más que las horas inertes se deben a que el silencio y el sabio momento se cuece de fuegos, de iras, de inviernos, de ocasos, de días y de noches. ¡Oh, Luna, oh, lunita, del cielo escondido y del cielo añil!, por donde crece el tormento o el delirio en un cielo lleno de fríos o calores, de días o de noches, de inviernos o veranos. El tiempo en el alma se debate en un tiempo, o sea, malo o bueno, no se dedica en saber de la verdad, sino de fríos o calores, de noches o de días. Luna se dice siempre que… “el tiempo es como el sol va y viene, pero, aunque se ve igual no es el mismo”. Y del tiempo, ¡ay, del tiempo!, o acaso o a veces, o sea, que el tiempo como caduca es el tiempo como el venidero mal instante. El murmullo del tiempo, ¡ay, del tiempo!, el susurro del tiempo, no hay mayor entendimiento que el susurro del tiempo como un solo murmullo. Porque si el tiempo realiza el murmullo no es por demostrar el susurro sino que pasa el tiempo realmente. Si en el alma y más que eso en el tiempo caducas como tormento y como tempestad dejando abrir el siniestro cálido de un buen o mal tiempo. El silencio cae, cae el dolor y cae la falta de rumor en el camino y más en el tiempo. El tiempo como en el siniestro cálido de todo un sol que nos mira desde el cielo mismo y tan bendito o maldito, pero, es el tiempo el que no caduca ni expira como el comienzo de un todo o de una nada en que comienza en ser todo. Y, situando la mala situación en discernir como la aventura más eficaz de un tiempo, cuando las horas acaban de creer en el mañana y en demostrar que el silencio es tan sabio como el mismo tormento o como la misma tempestad. Y, se demuestra que el silencio es como el tiempo, o como el mismo mal percance de creer en la mala osadía de sentir el silencio. Y, demuestra que el silencio es como el mal trayecto de edificar y juntar lo que es el buen momento, de atraer a la verdad a la vida misma y más al tiempo. ¡Oh, Luna, y del cielo invernal!, que ya pasó el tiempo y más que eso se advierte el tormento y la fría tempestad. Si ocurre en el cielo añil el paisaje de ver el cielo lleno de nieve y de un seco invernal que se cuece de fría tempestad y de un tiempo en que el deseo se convierte en atracción efímera. Si en el altercado frío se desbarata la comitiva de un fallecimiento frío e indeleble como la raíz de un mal comienzo cuando se aterra el deseo de ver al cielo de fría insistencia cuando en el tiempo y más entre las horas inertes se enfrían el comienzo de dar una sola verdad y ocurre el siniestro cálido de un sol travieso como el mismo tormento, pero, es el tiempo que pasa como nos ofrece toda su luz en el mismo cielo de la misma luna, ¡lunita del cielo! Luna, una mujer altamente fría en su afán de creer en el alma desierta se vio creyendo en el delirio frío de creer en el desastre de entretejer su vida como el tiempo le permitió y en su afán de dar la oportunidad, Luna, como toda mujer del mismo cielo se enfrió su cometido de ver al cielo de un tiempo en que corre el murmullo del tiempo. El insistente corazón de Luna, se vio friolero, tenue de luz, y muy opaco de un sol que no le brilló jamás como ella esperó ni esperaba como el tiempo no caduca. Si en el imperio se socavó muy dentro de Luna, la luna en el mismo cielo. Si caducó el tiempo y más en el ocaso vivo de creer en el desierto efímero de dar una sola salvación cuando ocurre la desolación y la misma soledad en que crece como el tormento o como la más terrible tempestad. Si a Luna el silencio y más el tiempo le corre en el ocaso vivo de dar una terrible salvación cuando en el embate de creer en el trance de la perfecta atracción se halla lo más conmísero de la existencia. Si en el tiempo y más en el trance de la verdad se aferró el desierto frío de su propia imaginación cuando a las horas y al tiempo el sol cruzó en el cielo, pero, en su mente jamás en el altercado frío. Y, Luna siempre se dice así… “el tiempo es como el sol va y viene, pero, aunque se ve igual no es el mismo”. El sol y las horas y más el tiempo, es cuando en el altercado frío se siente como un dolor, como un terrible sufrir y una manera de alternar con el dolor. Si en el siniestro cálido de todo un sol, se vio frío como indeleble el tormento de creer en el desierto frío y de converger en una situación, la cual, es el tormento de embriagar el acometido en bruces caídas. El aire y más el tiempo, es como percibir el deseo de envenenar las venas de alcohol, cuando a la verdad se aterra el deseo del tiempo en discernir unas horas muertas e inertes e inmóviles, como el tiempo en transición. Si el tiempo es como es, con tan sólo el murmullo del tiempo, es el susurro del viento, o del cielo, cuando a la verdad que Luna, la mujer de la luna, mira a la luna con la ternura de un tiempo. Si ocurre el deseo de ver el cielo lleno de luz condescendiente. ¡Y, Luna, lunita del cielo añil!, sólo pregunta en el cielo que… ¿cómo es posible que en el juego del tiempo no exista tiempo?, solamente un universo universal o un firmamento frío y delirante. Es el tiempo, ocaso, crepúsculo, día o noche, invierno o verano, otoño o primavera, pero, es el tiempo, el que no caduca, el que es infinito, el que es sincero y, el que no le teme a nada ni a nadie porque el tiempo es lo que es. El tiempo es como es cuando, realmente, son las horas inertes e inmóviles, o correr el reloj en el tiempo. El tiempo cuando no se va jamás en las horas ni perdidas ni ganadas cuando el murmullo del tiempo corre como vuela el ave rapaz en el cielo dejando una estela de sensación por haber vivido. El tiempo ocurre ni más ni menos cuando no pasa desapercibido, de repente, se sabe que en el tiempo se vive. La era, la época, la nueva transición, el nuevo trayecto vivido corre en ser como horas inertes dejando a la vida y dejando al tiempo ver al cielo de un oscuro tormento cuando, realmente, el tiempo pasa como pasan los recuerdos vividos sin poder olvidar los malos o buenos momentos. La esencia del tiempo es saber llegar a la meta sobreviviendo al mal tiempo cuando el tiempo ocurre desenfrenadamente. La vida y el tiempo compadece como es incierto, es inmóvil, es inerte cuando, realmente, corre como horas, como pisicorre en un tiempo que jamás volverá. Luna, ¡ay, Luna, lunita del cielo!, si el tiempo vuela como vuelan en el cielo el ave dejando que pase la brisa y corra como el tiempo. El tiempo, el que dice y dicta, el que expresa y siente y, presiente lo que pasa en el tiempo. El tiempo es una forma, es un murmullo, grito a voces, vivas o muertas dejando una sensación en tus oídos cuando el tiempo traspasa como transita la transición en el tiempo. Luna, mira a la luna, y, presiente lo que siente el tiempo una forma de creer que el tiempo no caduca ni expira, no duerme ni muere, no peca ni traiciona, no es tentación sino un murmullo en el tiempo que corre como camina en el tiempo, la vida. El tiempo cree en lo que no cree el ente, el lente, la vida, las personas sobreviviendo al mismo tiempo que cree en lo que debe de creer. El tiempo nos predice, nos expresa, nos simula ni disimula ni emula sino que pasa todo como desapercibido. La vida de Luna se vio marcada, intransigente por el tiempo, por el ocaso, por el crepúsculo y, por el día y por la noche sintiendo por el tiempo entre sus propias venas queriendo barrer las horas y el tiempo entre la luna y el sol, pero, la luna en el sortilegio invernal puede aumentar la noche y, así poder vivir más con la luna. La luna, luz de nácar, silencio en el cielo y tiempo en la noche se ve marcada la luna por el trance perfecto de querer amar con recelos, con venidero tormento y, con insistente corazón amar lo que la luna y el tiempo deja brillar la luz de nácar. Luna se convierte en luna destrozando el convenio de una luz de nácar, pero, en sus ojos de luz. Los ojos de Luna son dos cometas de luz pintando el ademán frío de un friolero instante cuando indeleblemente se torna desesperadamente inocuo, pero, muy transitorio como es lo propio del tiempo.Si Luna con la luna cree mirar al cielo invernal, pero, en realidad ya son sus ojos de luna los que se interponen para ver y mirar al cielo. El tiempo, al fin y al cabo, ocurre en soledad, y en un tiempo en que sólo el sol, no se oscurece y si se oscurece es porque el ritmo del tiempo intercede sin poder calmar las horas inertes o inmóviles cuando el tiempo corre tan de prisa como la misma brisa o como el mismo viento, en que cada cual, se atormenta en saber del imperio sosegado. Si en el tiempo, sólo en el tiempo, se encrudece de espantos nocturnos, cuando me das hasta el alma, y hasta el coraje de sentir lo que más das entre el tiempo y las horas que aunque no lo creas es lo mismo. El tiempo, realmente, lo es todo cuando el tiempo pasa y no regresa jamás cuando ocurre el frío desenlace de amar bajo la penumbra en la sola soledad y del instinto frío, en que cada cual, se enfría demasiado por el tiempo invernal o con mucho calor por el tiempo en verano. El tiempo, ¡ay, del tiempo!, ¡Luna, lunita del cielo añil!, cuando ocurre el frío desenlace en dar un frío invierno, un frío desenlace de creer en el alma muerta o viva de un tiempo en que la luna da toda su luz, pero, se afila la fila de creer en el alma demostrando que el ocaso y el crepúsculo es lo mismo, cuando el amanecer y el atardecer llega y se va, dejando una estela fastuosa. Si en el trance de la vida y de un perfecto tiempo, sólo, a Luna se atreve a ver a la luz de luna cerca de la medianoche, y sin más ni más, creyó que la luna caía del mismo cielo cuando una inmensa nube la cubre de una tempestad y de un sólo tormento. Porque realmente el tiempo no pasa desapercibido sino que ocurre en el presente todo lo que realmente tiene y debe de pasar en el tiempo justo y tan necesario como poder rendir cuentas a la vida, y siempre pensando en el futuro, porque aún, no llega ni pasa el futuro, en premonición ni vaticinio. El efecto del tiempo es desearte pasar un buen tiempo y si ocurre lo contrario también es el efecto del tiempo, sin poder sospechar que el futuro se vive pensando en el presente. Los jóvenes como Luna, aún, no saben que el tiempo es el juez, es el que te da la sentencia de vivir bien o mal, aunque puedas cambiar tu futuro, sólo escoger o seleccionar el camino correcto que traiga tu vida y más tu presencia, sólo viviendo es como se sabe que el tiempo no pasa en vano. Porque cuando en el hambre de todo y en la vida y en la insistencia, corre el tiempo como es poder vivir sintiendo el aire y el viento dentro de la vida y de la persistencia en querer amarrar el alma dentro del ocaso o del crepúsculo frío que nos deja el rocío de la madrugada o de la mañana. El combate de dar una sola solución al mal o al bien de los tiempos no hay calma ni tempestad ni tormento cuando apacigüe el camino directo que posee el tiempo. Si el murmullo del tiempo, no caduca sino que viene, llega y se queda jodiendo a la vida y más que eso extrañando lo acometido de caer en bruces caídas, dejando inerte al corazón. El silencio añora a la vida dejando inerte al corazón y más que el tiempo, no sonríe ni hace llorar con sollozos dolorosos al ver al tiempo pasar y correr como el suburbio más indecoroso de creer en la calamidad del tiempo. El tiempo y más el murmullo del tiempo, sólo se hizo y se creó como poder soñar en el ocaso vivo dentro del universo o del firmamento frío. El alma de Luna, ¡ay, Luna, lunita del cielo añil!, sólo mira a la luna y sabrás del tiempo, es de noche, si es una noche fría y de madrugada. Si el tiempo no enreda como la telaraña de seda cuando en el instinto de Luna, ¡ay, luna lunita!, no mires más a la luna que te enamoras más. El murmullo del tiempo, en el ocaso, en el crepúsculo, en la noche o por el día, en verano o en invierno, en otoño o primavera. El tiempo es el que es y será las horas inertes, e inmóviles del deseo y de la pasión viva cuando ocurre el desastre de creer en el tiempo es como pasa desapercibido el tiempo y más que eso la vida misma. Si en el murmullo del tiempo ocurre el deseo y la gran pasión en poder vivir con la fuerza de entregar el recelo a vivir, es como entregar el deseo y más que eso en el trance de la fuerza de amar a cuesta de la luz de la luna, ¡Luna, ay, lunita del cielo añil!, ¡qué deseo de amarte, qué deseo de verte, qué deseo de entregar tu luz, qué deseo de tenerte en mis ojos, qué deseo de que llegue la noche…!, ¡ay, qué deseo de ver tu luz rasgar el velo de la noche añil!, ¡y, qué fuerza es tenerte en mi cielo añil, qué fuerza es creer en tu luz nacar, y qué fuerza en adorarte en tu luz! Luna eres la luz de noche y del tiempo, y del ocaso vivo, y en el día el sol que nos alumbra a todos por igual, pues, en el tiempo, sí, en el murmullo del tiempo, sólo se escucha el gemido a grito a voces, o el susurro del dolor, o el eco de las voces muertas de algún lugar mortífero. Sí, se escucha el triturar la voz, la fuerza y la vida, y hasta el amor propio dentro del ocaso y del crepúsculo a viva voz. El tiempo crece y más el ocaso en el cielo cuando se va el sol y en total ayuno espero el amanecer y a la alborada llena del rocío del amanecer en el césped dejando huellas indelebles y mortíferas, y que, al fin y al cabo, se siente como se percibe el instante en poder creer en el instante de dar una sola solución. La fuerza y el alma se fortalecen más  cuando en el tiempo, sí, el murmullo del tiempo, es un sólo ocaso vivo dejando al sol marcharse lejos del tiempo. Y, así, es que Luna describe al tiempo y más al murmullo del tiempo cuando ocurre el trance de creer de que el tiempo no caduca y no expira sino que transmuta y transfiere a las horas inertes, así, es que Luna describe al mundo y más a la luz de luna en el cielo añil, y más al murmullo el tiempo. Luna en el ocaso y más vio que el transeúnte pernocta en el tiempo y más está en el ocaso dejando inerte al sol y más a las horas inmóviles del tiempo cuando el tiempo corre como vuela el ave rapaz en el mismo cielo donde pernocta la luna. Luna al ver que el ocaso acaba y la noche se acerca presiente que la luz de luna llega como el murmullo del tiempo también. Luna cree que el murmullo del tiempo es como un susurro o como un eco, pero, que no se va jamás. La vida de Luna caducó como envejeció la vida, pero, el tiempo sigue, aún, y en la esencia de un siniestro cálido como lo es el sol y la luna en el mismo cielo. Luna se vio mortífera, pero, no tan transparente, sino, como la luz de la luna, con la luz de nácar. Si a la verdad que el siniestro cálido es como el sol y como la luz que atrapa a la de la luna. Y, Luna, quedó como la lunita, lunita en el cielo añil. Luna quedó como la vida misma, como la verdad en que el delirio enfrió el mismo cometa de luz y como la misma fe en el delirio frío. El alma se edificó como la paz y como el murmullo del tiempo, y el susurro del cielo, como la llave del ingrato perdón en el murmullo del tiempo y como el eco del mismo murmullo del tiempo. ¡El tiempo, ay, del tiempo!, cómo es posible que el tiempo no caduca y la vida sí. Si en el alma, sólo en el alma se edificó como el mismo tormento o como la misma tempestad en el delirio efímero y tan perenne como la bondad en el mal tiempo. Si la osadía como por el día se siente como un pasaje de ida y sin regresos se torna la exasperación inocua, pero, muy dolida. Si es tentar al tiempo y al ocaso y al crepúsculo, a la noche y al día, de un tiempo en que el sol advierte la luz universal. Si ocurre el desastre de creer en el ánimo de la vida y del desastre en el terror del mal tiempo cuando el mal tiempo caduca el siniestro cálido del sol y se aterra el desafío al frío invernal de un equinoccio, por el cual, ocurre el mal frío y de un sólo desastre de creer en el combate de dar una sola verdad y tan fría como el mismo delirio. Si en el alma creó una forma adecuada, de observar y de escuchar el murmullo del tiempo en el oír de la vida misma. El alma ocurre el deseo de servir como el trance más perfecto de la vida misma, y el tiempo deja el murmullo, el susurro y el eco dentro de la verdad efímera y transeúnte en pernoctar, como la esencia más verdadera y más fría como el mismo valor. ¡Y Luna, ay, lunita, del cielo añil!, Luna se dice siempre que… “el tiempo es como el sol va y viene, pero, aunque se ve igual no es el mismo”. Si el tiempo es como el pasadía, o como la misma verdad, en que se cree que el desierto es feo e imaginario, pero, no, no creo en el tiempo en que no caduca cuando envejece la vida, pero, el tiempo ni expira. Si me das el tiempo, como la noche y el día, el ocaso y el crepúsculo, el invierno o el verano, el otoño o la primavera cuando en el tiempo no das la caducidad y el tiempo en saber discernir la fuerza, pero, siempre en el tiempo tan sólo con la vida envejeciendo como el mismo tiempo que pasa. Así, ¡Luna, ay, lunita del cielo añil!, si Luna en el cielo vio al tiempo correr y pasar como los equinoccios y las estaciones y tan contundente como el mismo tiempo que pasa en el correr de los tiempos. Es el tiempo como no caduca, como no expira, pues, el tiempo no es como el sol o como la luna cuando se pierde el instinto en ser como el ademán frío en poder sentir el ir y venir lejos de la realidad. Si las horas no interceden ni en el tiempo en mirar a la luna ni al sol, que dentro del mundo está la vida inexistente y también existente. Si se derrite el alma en ser como el fuego o como el agua o como el aire o como la tierra misma cuando la vida es como el mismo tiempo. El tiempo corre en ser como la misma magia, o como la misma virtud en ser como la integridad de creer en lo más imposible de dar una carencia o penuria sollozando a la deriva o como un náufrago perdido en medio del mar. Y, así, fue que Luna, ¡ay, lunita del cielo añil!, se fue con la luna al cielo, envejeció que no le dio al tiempo más que caducar o expirar como el mismo tormento o tempestad. Si en realidad Luna se miró fíjamente a sus propios ojos cuando a la luna la dejó de ver y de mirar. Si en el trance de la verdad, y de la perfección se debe a que el silencio automatizó la espera tan inesperada de dar por sentada a la luna en el mismo cielo añil. Y, Luna como la luz del nácar de la luna sólo fue el murmullo del tiempo, el susurro del cielo y el eco de su propia voz en el mismo cielo como una luna dando y ofreciendo luz. Si el tiempo como camino es que corre entre las mismas horas inerte e inmóviles del mismo tiempo. El tiempo, ¡ay, del tiempo!, si en el ocaso o en el crepúsculo, en la noche o en el día, en el otoño o en primavera, en invierno o en verano. Si es el tiempo más débil o más indeleble, pues, del tiempo no hay quien se salve de su acometido. Si el tiempo en el aire o en el viento, en el fuego o en el agua o en la tierra camina o corre el tiempo, como una vez en entre las horas dando vuelta al sol, y zucumbiendo en razón se debe a que el delirio es frío como el mismo hielo en el refrigerador. Si en el alma y en el soslayo, se solloza y son lágrimas de cristal, las que corren al mismo tiempo. Si en el ocaso o en el crepúsculo, se aferra a la idea de creer que en el tiempo corre o camina en el mismo reloj y sin poder parar. El tiempo para que termine es a veces necesario que la vida termine de correr en el tiempo, como lo que le pasó a Luna, ¡a la lunita de mi cielo añil!, cuando en el embate de dar un tiempo sólo quedó como un mal tiempo o como la osadía de que por el día creer que la noche llega y así le pasó a Luna, envejeció tanto que llegó a la senectud a florecer como toda reina de la belleza. Luna porque en el recelo de la vida y de la mala o buena existencia, Luna, ¡ay, lunita del cielo añil! envejeció que su tiempo acabó y terminó como se termina el tiempo en un reloj defectuoso. Y, la vida continuó queriendo dar otra luna al cielo mismo y al mundo mismo. Y, fue que Luna en el desastre de querer se vio intransigente, indeleble y tan fría como el rencor apaciguado de un tormento frío. Y, quiso Luna, ser como la luna misma, cuando quiso indeleblemente abrir paso hacia su propia voluntad en querer llegar a la senectud. Y, siendo la vida como la misma luna saliendo cada noche y derribando cada noche con la luz de nácar. Si en el trance perfecto de la verdad se dio como la insistente conmísera atracción de ver a la luna por las noches dejando saber que el tiempo pasa como el saber de nuestro día. Si la noche quiso ser como el ave volar lejos, de esa luna desértica en el mismo cielo y en el mismo tiempo en que se debate una conmísera atracción de creer en el tiempo que crece a pesar de la senectud de la anciana Luna, ¡y, de la lunita en mi cielo añil!, porque cuando llega la alborada a edificar al sol, y si cae la luna, como que el silencio en el mismo cielo añil de luna fría en la noche. Se interpone el recelo de la virtud como una sola verdad, como una sola soledad en que el suburbio se edifica como la única verdad de que el instinto se debe a que el instinto se cuece de fuego clandestino y de fríos indecentes. Si el tiempo se aferra al sol y a la luna, a la noche y al día, al otoño o primavera, al invierno o al verano. ¡Y Luna!, ¡ay, mi lunita del cielo añil!, se vio intransigente cuando llegó a la vejez y a la senectud. Si en el recelo de la verdad se vio frío como friolero como un transeúnte pernoctando en el cielo añil como la misma lunita, luna de mi cielo añil. Si en el alma de Luna se ve como clandestino el tiempo y el ocaso lleno de lluvia por un tiempo frío en que se debate una espera, una muerte, un tiempo por detenerse el tiempo y, quedar petrificada en un ataúd donde el tiempo no pasa y se detiene el tiempo. ¡Y, Luna, como lunita del cielo añil!, se dedica en ser como el mismo instinto sosegado de un mal o de un buen tiempo, porque a la realidad se dedicó en ser como el paraíso o como la misma luna de noche clandestina y sollozando en el tiempo quedó Luna, ¡la lunita del cielo añil!, quien dice así… “el tiempo es como el sol va y viene, pero, aunque se ve igual no es el mismo”. Si el murmullo del tiempo no caduca jamás ni en el viento ni en el aire, ni en el fuego ni en la tierra ni mucho menos en el agua, sí, entre los poderes del tiempo. Y quedó en un silencio total, automatizando la espera y tan inesperada de poder creer en el poder del tiempo y más de la noche a expensas del tiempo fríos y sosegado en poder pasar el tiempo en el reloj sin ser defectuoso. Y fue Luna, ¡la lunita del cielo añil!, la que envejeció por tanto y por total en el mismo tiempo en que no caducó el tiempo, y en el mismo instante en que no se dedicó a ser como el mismo murmullo del tiempo. Si el murmullo del tiempo, el susurro del viento, o el eco de su propia voz en el tiempo no se decidió en cambiar lo acometido de aflojar el arte del tiempo caminar o correr entre las horas desérticas en un reloj sin ser erróneo. Y si fue tan idóneo, como al mismo tiempo, se dedicó en ser como el mismo buen o mal tiempo en que no se borra lo indeleble y sin poder errar lo sucedido. Y se fue Luna, ¡lunita, del cielo añil!, hacia la fantasía o irrealidad del tiempo cuando en el tiempo y más en lo acontecido se edificó en un sólo tormento o una fría tempestad, cuando Luna envejece con y sin el tiempo y el tiempo no dejó jamás de proseguir su rumbo ni su dirección. Y, el murmullo del tiempo, el susurro del viento y el eco de una voz sobre el mismo cielo, se debate una sola forma en creer en el embate en dar una sola salida en el tiempo, en el susurro del viento y en el eco de la voz de Luna en el cielo añil. Si se identificó ¡Luna, como lunita en el cielo añil!, cuando envejeció y supo una cosa Luna que el tiempo se va como hoja al viento y que no regresa más cuando en el tiempo es el murmullo del tiempo, el susurro del viento y el eco de la voz de Luna cuando ocurre el momento intransigente de ver al cielo invernal o primaveral, otoñal o veraniego, de noche o de día, en crepúsculo o en ocaso siendo el tiempo el mayor aliado de la voz del eco de Luna en el cielo añil o el susurro del viento que logra zucumbir y pasar el tiempo y en el murmullo del tiempo. Luna quiso caer en el tiempo, en el ocaso, en el crepúsculo, en el día o en la noche, en el tiempo invernal como otoñal, primaveral o veraniego dando énfasis a que el tiempo desenfrena y no se detiene jamás cuando el tiempo no pasa desapercibido ni en vano, cuando el tiempo transcurre como pasan los lindos equinoccios dejando saber que el tiempo no caduca ni expira sino que pasa sin detenerse jamás. Porque cuando en el altercado entre la noche y la luna, Luna, se vio intransigente, indeleble y con buen y mal tiempo entre sus ocasos o crepúsculos, ataviando la ira inconsciente de Luna, cuando en el tiempo, sí, en el tiempo sólo cayó en redención cuando en su mundo y en el tiempo sólo socavó en la pena, en la penumbra y en la sombra de aquello que se llama tiempo. La vida de Luna quedó en el hecho de creer en el buen o mal tiempo en que sólo socavó un mal o un buen deseo de entrever en el tiempo una sola osadía que por el día se envenena en el alma como un mal tiempo en tempestad y en fríos perennes de que el tiempo llega como invernal es. Y Luna, ¡ay, lunita del cielo añil!, sólo quiso ver al cielo de magia y de un desierto imaginario cuando ocurre el mal desenlace fatal de creer en el fin de su vida y con el tiempo sin detenerse aún. Cuando, al fin y al cabo, quedó una magia desertora en el camino de Luna, ¡ay, lunita del cielo añil! Porque cuando ocurre el frío nefasto del tiempo, es que llega a ser como el tiempo caducando en la ira y en el porvenir incierto. Si, Luna, ¡ay, lunita del cielo añil!, se siente como el fin y sin poder detener al tiempo, sólo sintió lo que una luna siente un frío condescendiente, cuando ocurre el trance perfecto o el poder ceder de un tiempo como la fría tempestad o el tormento de creer en el ademán frío de una luan, si Luna, quedó como el frío de una luna desértica en el mismo cielo. Y el instinto de Luna, quedó como si fuera una verdad inocua, pero, creyendo en que el desafío ocurre en el trance perfecto de dar una señal cuando la esencia de Luna, quedó mortífera, leal, pero, llena de un sólo espanto al dejar al tiempo correr en el mismo reloj que la acompañó toda su vida y su existencia. Y, Luna, creyó en que el delirio frío se edificó tanto y por tanto, cuando en la fantasía y en el desafío frío quedó como un sólo tormento inestable, pero, muy friolero. Y, Luna, se fue a morar al cielo donde pertenece la luna, la luna que ella mira desde la ventana por donde se pasea el más vil de los inciertos. Y en la posibilidad de creer en la fuerza de su cruel voluntad le preguntó al tiempo qué hacía. Y el tiempo y más aún sin más ni más, le indagó que soy el murmullo del tiempo, el susurro del viento, y el eco de mi propia voz en el mismo cielo por donde se pasea la misma luna, ¡ay, lunita del cielo añil! Cuando la magia trascendental de la luz de la luna, ¡ay, lunita del cielo añil!, es como poder sentir el reflejo de la luz del nácar sobre la voluntad de Luna. Y Luna, observando a la luz de luna en el mismo cielo de añil, se vio intransigente como inocua, pero, espantada con el tiempo, sí, con el murmullo del tiempo, con el susurro del viento y el eco de la voz de Luna sobre el cielo de luna. Cuando oscurece el tiempo, y más el ocaso y llega la noche si se debate la fuerza en poder creer en la luz de nácar de la luna, ¡ay, lunita del cielo añil! Cuando en el alma y en la fuerza del cielo y más en la luz de luna se debate una fuerza espeluznante de ver al cielo como la misma presencia. Cuando el alma se entristece de un sólo espanto nocturno, cuando la luna deleita como la luz mágica de una sola luna. Y Luna dice que… “el tiempo es como el sol va y viene, pero, aunque se ve igual no es el mismo”. Si el cielo en el ocaso frío y de un solo atardecer se vio friolero y tan friolento como el mismo deseo efímero, pero, tan perenne como poder ser la luna de la luz de nácar en el mismo combate de dar una sola señal en el cielo, y era que la luna dio su luz de nácar. Cuando en el trance de la verdad se vio friolera Luna, como ninguna luz del mundo y llegando el ocaso frío cuando muere en el atardecer frío, desnudo y con una sola virtud, la de querer amar a la luz de luna como la luz del nácar. ¡Y, Luna, ay, lunita del cielo añil!, sólo quiso ser como el delirio frío e intransigente, pero, el murmullo del tiempo, el susurro del viento y el eco de la voz de Luna, sólo se vio como el mismo tormento indeleble de creer en el instinto sosegado en dar una sola verdad fructífera, pero, tan inmortal como el tiempo sin poder detener. Y es el tiempo, el tiempo es casi inerte, inmóvil, pero, no ciego. Si el tiempo tiene un pasado, un presente y un solo futuro en saber que su instinto es fuerza indeleble de creer en el hálito desnudo y tan friolero como el aliento de luna. Si en el trance de la verdad, se vio inmortal Luna, como dejando pasar el trance perfecto de la vida y de la vivencia, cuando ocurre la luz de luna, como luz de nácar. Y el tiempo, ¡ay, del tiempo!, cuando ocurre el transitorio nefasto deseo de querer ver al cielo de luz luna. Y Luna muere en el acto, deseando ver por última vez a la luz de luna, ¡ay, lunita del cielo añil!, y el tiempo corre veloz y más rápido y con más fuerzas que antes y era la eterna eternidad que había llegado a la vida de Luna y con la luz de luna. Cuando, Luna, ¡ay, lunita del cielo añil!, se vio mortífera, leal a la luz de luna dejando inerte al corazón y más al mismo tiempo en su propio corazón, pero, ni aún así se vio como el murmullo del tiempo, el susurro del viento, y el eco de su propia voz.                                   




FIN