Y ahora qué ¡Yo me dije!
tras de presentir a Dios omnividente,
oyendo brotar su fuente
desde mi infancia superabundante...
Que a mi corazón rehace,
tras de caer y volver, hasta recobrarme,
prolongando el instante,
al conferirme su perdón por ofenderle...
Pues el sol se fue al perderme,
y en el orden de la noche vi que todo sigue,
pues su Luz me trasciende,
constante a mi lucha espiritual que fluye...
Y por ello, mi espíritu doliente,
hace que mi conciencia se arrepienta siempre,
y mi alma no se malogre,
antes que el ritmo de mi sangre calle...