Derribado, la tristeza le agita,
el corcel alguna vez indomable
ve al jinete angustiado y tan culpable
apuntarle con algo de cespita.
Resignado en desazón infinita
susurró, lo siento!, es inevitable
y tapando su vista en gesto amable
disparó pólvora desde su espita.
Se oye un seco sonido en la trinchera
un sonido extraño para el cadete
una culpa honda que le desespera
Luego, en su luto, se quita el casquete
mientras yo miro desde la ladera
para sin más, dispararle al jinete.
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