Dulce cual copa de vino
que derramas en mi cuerpo,
tu boca al compás de mis latidos
se hace dueña de todos los deseos;
que nos prende en segundos
al sentir como mi cuerpo,
se estremece encima tuyo
por el placer del momento...
Tomé tu mano entre las mías
y la guíe hacia mis pechos,
al sentir una a una tus caricias
y tu fuego piel adentro...
Mis ansias de vos
van mojándome entera,
ay, hacerte el amor
es el sueño que me altera
los sentidos y la piel,
que se eriza con tu roce,
y se declara a tu merced
por el sol de medianoche,
que prende mis mejillas
con el color del pecado,
y un capuchino de vainilla
es como miel en mis labios,
es como sutil aroma,
como luna que mengua,
entre mis piernas desborda
con la lujuria de tu lengua.
Ay, sabés que soy tuya
apenas cruces el umbral
de la fantasía nocturna
que se hace realidad...
en la curva de mi espalda
delineada por tus dedos,
y que tocas cual guitarra
con ternura y desenfreno.
Y al abrir el cielo su portal
vida mía, por soñarte confieso:
si este amor es pecado mortal
¡que me condenen a tu infierno!
Sí, que me condenen...
por favor,
sin prisa...
a tu boca y su sabor,
a los suspiros de tus días,
a tu sexo y a tu amor
a tu alma y a tu vida.
(Y pensar que todo empezó,
con un capuchino de vainilla...)
Ceci Ailín
Mar del Plata, madrugada del 4 de Febrero, 2023