Tengo que admitirlo, usted me provoca un torrente de pasiones que rebosan los límites de mi conciencia. Y me hacen quererla con paciencia libre de inseguridades.
Es usted un río que fluye y me recorre entero fertilizando las tierras de mi alma haciendo florecer nuevas sensaciones. Es usted motivo de mis inspiraciones, pues con una sola mirada suya basta para entumecer mis sentidos.
Puede que parezca un incomprendido, un insensible, un desesperado o un loco sin motivo, puede que le parezca ilógico o de poca coherencia y disculpe mi insistencia, pero no hay momento en el que no la piense, amada mía.
Dueña de mis infinitos deseos, sus sonrisas me transportan a mundos serenos dónde el paso del tiempo es distinto, mundos de ensueño o como de cuentos de hadas, y ni hablar de sus miradas llenas de momentos, que me evocan sentimientos de alegría y gozo.
Y quizás usted me tome como un loco o como un exagerado, pero usted me provoca un éxtasis tan elevado que no logra ningún otro vicio y me hace perder el juicio yendo más allá de lo conveniente.
Es usted sonido que resuena intensamente haciendo eco en lo desconocido y me doblega a la naturaleza de su ser, y sé que esto puede parecer una tontería o un capricho, pero como en muchas ocasiones se lo he dicho, se lo vuelvo a repetir. Su existencia me da consuelo, rosa espinosa, ahondando en mi suelo, llegando tan profundo que me cambia de raíz.
Y si algún día debo renunciar a lo que por usted siento, que esa sea su voluntad y no la mía, porque mientras la oportunidad me sea dada, la seguiré queriendo.
Es usted un puñal en el corazón que no sangra, trayéndome de vuelta a la vida y mía sea la dicha de poder escribir en su nombre.
Es usted el cielo que anhela todo hombre, en busca de perdón, es usted el infierno que este mismo evita, aclamando salvación.
Es usted tal maravilla, que asombra y da emoción y, no necesita una razón para ser contemplada, obra de arte inmaculada, pieza de artesanía elaborada.