La gran montaña se muestra trémula y avergonzada,
cubriendo sus faldas con cúmulos de nubes.
Mas el sol, con su calor, derrite sus penas,
obligándola a mostrarse en toda su grandeza y esplendor.
Las nieves eternas se deslizan
en cascadas cristalinas
y ríos de vida se forman
en su seno majestuoso.
Las aves en su vuelo
describen círculos perfectos
y las nubes la acarician
en un abrazo de amor.
Así es la montaña,
grandiosa y majestuosa,
siempre imponente y segura,
un símbolo de fortaleza y de paz.