Mientras, en los colegios,
recogían trenzas de espigas
los harapientos de la guerra.
Espigas y más espigas,
verdes y amarillentas,
y luego enchufes, enormes
sacos de ellos. Apenas cuatro huertos,
vecindades arruinadas.
Palabras masculladas para dentro.
No hubo tiempo
peor. Apenas testigos quedan.
Alguno que, con su mirada,
su testimonio delata. Otros, que vacían
su escopeta, con mala saña, los días
de tormenta. De poco sirve,
a las amistades conquistadas, vivir
en un tiempo de locos, de locos y de fieras.
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