Los años como viento en estampida
la marcha no detienen a la vera;
y arrastran a su paso la hechicera
y dulce florescencia de la vida.
De forma muy silente y presumida
convierten en otoño primavera;
y cubren con su sombra la pradera
que un día de fulgor estuvo henchida.
El tiempo se nos cruza en el camino
y vuelve más pesada la silueta;
y quienes, como recio torbellino
hicimos del placer hermosa meta;
quedamos con su eclipse vespertino
oyendo del otoño su trompeta.
Autor: Aníbal Rodríguez.