Cuando la plata se tiñe de rojo, los cielos de Fresnillo se tornan de ese gris inevitable, de ese gris apocalíptico.En éste coloquio de infortunio, las palomas presienten fantasmas, así la altura se convierte en un paraíso provisional, en un refugio suave cuando la sangre intenta engullir.Los pájaros le rezan a los dioses para que la lluvia sea postergada, para que las sombras no osen ascender. Abajo de los cables la vida parece hierba, frágil hierba. Ojalá fueran los dioses los encargados de reinventar el cielo, de agrietar la escarcha que se escribe en nuestros libros. Aquí, el verbo de los amos del circo sigue siendo un mito.