El sonar del timbre de calle, no hizo mella en Agustino, estaba ensimismado en su libro.
El segundo timbre lo volvió a la realidad, no obstante, lo ignoró y continuó con la lectura.
El repartidor debía entregar la encomienda, era su trabajo...por lo tanto insistió con el timbre, y esta vez prolongó en unos segundos la duración del sonido.
A este punto, la lectura se convirtió en algo imposible, con el libro en mano llegó a la puerta de entrada para averiguar quién era el culpable de tal intromisión.
Un muchachón nervioso consultó...¿El señor Agustino Wilfredo?
-Si, ¿que desea?
-Tengo un paquete a su nombre, ¿lo recibe?
-Debe ser un error, no espero ningún paquete…
-Que raro...está a su nombre y a esta dirección, ¿que decide, lo acepta o me voy con el paquete y anotaré que no fue recibido por el destinatario, esas son las reglas.
-A ver, déjamelo ver por mis propios ojos…
Tomó el paquete con la mano libre, estaba envuelto con un fino papel, y con rapidez miró quién lo enviaba...al leer el nombre allí detallado, se le nubló la vista, exclamó... ¡No puede ser!... el libro que llevaba en la otra mano se cayó al suelo…
-Señor ¿que le pasa...se siente bien?
Agustino balbuceó unas palabras...agradeció al muchacho, se despidió con un entrecortado muchas gracias, y cerró la puerta.
Caminó unos pasos hacia el interior de la casa, llegó hasta el sillón donde hacía unos instantes leía su libro, se sentó y con suma curiosidad empezó a desenvolver el paquete.
Lo primero que apreció fue un rosa seca con una diminuta tarjeta adherida, tres palabras allí escritas, conmovieron todo su cuerpo...siempre te recuerdo
Un ráfaga de viento apareció de la nada, creyó ver la dársena de un puerto, un barco y mucha gente a bordo...los recuerdos afloraron...y entonces desapareció la ráfaga y con ella la insinuante visión.
Se quedó sin aliento, una sensación de angustia y dolor llenó su corazón...cuántos años habían pasado…
Una boina roja lo estaba mirando desde el fondo del paquete... dos aros colgantes le pareció que le hablaban... una cadena de brillantitos diminutos iluminaron sus ojos llenos de lágrimas... y una lapicera deseosa de ser usada, pareciera que le sonría…
Aquello era demasiado...no pudo resistir la puntada que le atravesó el pecho, intentó levantarse...lo logró, pero su intento de llegar al teléfono no tuvo el éxito esperado.. se desplomó…
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