Lloré en cuclillas, preso, todo el llanto,
con ambas manos tomo la tristeza
estrujando el estómago y la agreza*,
¿pueden doler los ojos... tanto, tanto?
¡Ah, qué males habitan mis entrañas!
¡Pero cuánto mal cabe en pobres vidas,
demasiados jesuses de fe ardida!
Las traiciones trasiegan con guadañas.
Y con tanta injusticia en negra tierra...
tu bienvenido ser, el don divino,
encrucijada que la muerte entierra,
ante ojos de pureza yo declino
signos en nuestros rostros, lo que encierra
tu bondad y la mía... y el destino.
*Agreza: en desuso, sabor acre.