Un bosque de pétalos no conoce de caducidad.Observarlo siempre ha sido como beber un trago de luz o ver volar al cardenal. En su concha residen los arpegios de la trascendencia; las hadas que edifican puentes magnos y que sólo los pájaros saben moldear en el cielo.Más allá de estos tejados, la niebla es incapaz de ascender, y más cuando hay guitarras impensadas por donde resuena la música del cosmos.Aquella ruta es misteriosa pero conduce a una especie de reino etéreo.