El viento sur,
convulsiona el mar.
El horizonte es una ola
de burbuja hecha trizas,
solo algunos matorrales
manos abiertas,
reciben a las gaviotas,
que giran confusas, sumergidas
en la corriente de su espacio.
La playa se abre entre rocas,
vestida de musgos y moluscos.
Y un sendero lleva hasta el acantilado,
hecho de silencio y calma,
parecido a un abismo de reflexión.
Un faro despierta observa,
cada día llegan gaviotas,
entre luz de luna y estrellas,
aclaran la madrugada.
Gaviota en un rito,
su silueta semeja un baile
inquieta como un volcán.
Es la última mirada,
es el ultimo canto.
Juega con el espacio
zambulléndose desde lo alto,
recupera su identidad de vida,
su hábitat, su canto.
Regresa,
el ultimo rito,
la vida y la muerte
se toman de la mano,
al llegar al acantilado.