Fluye el agua vital de la existencia
por los ríos y afluentes del tiempo,
hasta llegar a mares de esencia,
donde sopla y se escapa el último aliento.
Nada el aire en el mundo deshabitado
para que el incansable viento nos lleve,
a volar libremente en los días alados
repletos de blancas nubes que se mueven.
Escupen los volcanes su ardiente sangre
en las tierras fértiles donde vida siembra,
sacian así el hambre de hombres y árboles.
Corre el jugo de uva, que los pies aplastan,
para embriagar nuestra enigmática conciencia
con alegres tragos que el alma desata.
José Antonio Artés