ABRE LA SOLEDAD SUS FURIAS TÓNICAS
sobre el papel ceñido, congelado;
y su ardid hacia dentro se ha pasmado
por el texto pueril de muertes fónicas.
En la mesa, por luces abatidas,
emigra en asfaltado el verso lírico
y retorna, con su presente onírico,
su garbo existencial de frases idas.
Se amplía por la faz, silentemente,
un trémulo sollozo que fiel baja,
la gota de mi fuero azul, divino.
Y es esa soledad que está de frente,
con sereno dolor, su angustia cuaja,
al blando corazón con que declino.