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Mi gato negro

 

 

Erase de una historia de un pequeño gato negro llamado Poe, que con su audaz nombre preserva los tintes del gótico brillante escritor. Sobreviviente, astuto ser que ha inspirado e inspira todavía lunas en horas y recuerdos en papel para contemplarlo a la prosperidad.

 

El cómo su compañía de discípulos de las historias de terror, misterio, oscuridad y sombría fascinación, lo atestigua la vía de sus encantados pasos y legados sin plantar un simple adiós. El deambula sobre las estrellas de Pizarnik y la nota de Cortázar, las altas horas de acción gatuna sobre los patios y terrazas. ¿Quién te alcanza?

 

Y no te suelas confundir, si saco la campera y tiene peso alguno. Es que él estaba ahí, y solo era el darme cuenta cuando abría sus ojos y miraba con desaprobación, pero sin desarraigo, para luego parlar suavemente como dulce gato chico. Delgado sobre las paredes apoyado para no soportar más el calor del verano o de playa con su reposera roja mientras va durmiendo largas siestas.

 

Reposado en la tranquilidad y la paciencia de ser el último para comer si sus hermanas lo antecedían, tanta magnificencia como un 33 que raudamente cumple con su visión y altura. Soportando además largas horas de baile si los habitantes de la callecita relucían los parlantes a sonar, sin piedad. A relucir la caminata en dos patas subiendo las escaleras hacia la cocina misma o convertido en niño en brazo dejando a mostrar su pelo esponjoso y ternura sin igual.