En algunos hogares la realidad resbala,
se pierde.
Siempre llego tarde al alba,
cuando ya todos duermen detrás el espejo,
y bajo el árbol
se pierden las voces que arañando
dejan su memoria;
Todavía hay pies que caminan y van
sobre la hierba, abrazados a su sombra
hasta caer encima de la tarde
con todas las ganas de marcharse, como los que
regresan
y se dan cuenta que están solos.
(Cada día intento tener un rostro y ver
si alguien me recuerda aquí adentro,
si acaso alguien viene a pedirme su voz
en mi boca
o sus manos, prendidas aun de mi deseo.
Cada día tengo menos tiempo para estar de pie
y mentirle al espejo de agua
que retrata
a los que huyen detrás de las paredes y
bajo el polvo de los viejos libros
con sus historias de amor.
Se diría que uno huye fornicando con la dulce boca
de la soledad)
¡Oh mis hermanos! Todos ellos encogiéndose,
todos ellos bravos, en la bajada
y por la forma de meditar
a lo largo de sus incertidumbres y el espléndido
subsuelo,
lugar de meditación vacía.
Tal es el tiempo que pasa, que no perdona.