No sé cuando llegará
ese sorpresivo día,
cuándo una voz desde arriba
nos juzgue por lo de acá.
Habrá que rendirle cuentas
por todos nuestros deslices,
que, con aquellos matices
en la mente, eran tormentas.
Esos que siempre pesaron
por inconfesos que fueran
esperando se absolvieran,
nunca nos abandonaron.
No servirá el retractarnos,
ya no habrá arrepentimiento
al llegar ese momento,
allí seremos juzgados.
Antes del juicio final,
entonemos mea culpa,
pues el tribunal no exculpa
si no es algo racional.
Classman