Chillan las voces
de los humillados,
sumergidas y diagonales
en la ciudad callada.
Sobre la conciencia vacilante
de los oprimidos,
los espíritus cultos
de primitiva inocencia,
confusos, se turban.
Por los elegantes tedios,
las palabras ociosas
fluyen intangibles
en los estados ilógicos.
Misterios antiguos
donde la ondeante
desigualdad
de la humana indiferencia
esparce el desorden
desolador del miedo
que estalla, degenerando
la luminosa estela
del camino de la esperanza.