¡Hortensia, querida Hortensia
ven dime, lo que ha pasado!
Dijo triste el jardinero
y hasta sus ojos… ¡lloraron!
Era tiempo de sequía,
era tiempo de verano
y la flor se marchitaba
con sus pétalos tostados.
¿Y cómo hago, linda Hortensia,
pa´ salvarte del verano,
si ni el cielo ahora llora
pa´ regar lo que he sembrado?
Y el mohíno jardinero
en la Hortensia iba mirando
que caían sus ramitas
y sus pétalos quemados
por la falta de agua lluvia
y lo seco de aquel llano
donde estaba la maleza
de colores muy opacos
y la hermosa primavera
se volvió colores pardos.
¡Qué tristeza lo cobija,
qué dolor lo va arropando
al preciado jardinero
que se siente apesarado
porque a la flor de su vida
le llegó pronto el verano!
¿Y qué hacer para salvarla
si el amor, se ha marchitado?
Y hoy yo cargo con mi culpa
con los réditos más caros
por haber marchado lejos,
por haberme descuidado
de sus pétalos sensibles
y el aroma de sus ramos.
¡Linda Hortensia, linda Hortensia,
ya te vas al camposanto!
No te vayas, te lo ruego,
sin haberme perdonado.
Es muy cierto, en otras tierras,
del país que está lejano
yo busqué mis fantasías
y de ti me fui olvidando.
Y murió la hermosa Hortensia
en aquel triste verano.
Ya se fue su primavera
y el otoño le ha llegado
al jardín que colorido
hoy se mira, cabizbajo.
No descuides a tu Hortensia
si es que estás enamorado;
no la dejes nunca sola,
porque si llega el verano
ya sin agua y sin abono
morirá el amor pactado.
«El amor es una flor
que sin agua y sin cuidados
se marchita lentamente
y se vuelve amor de un rato».