Se le conoció como la revolución de los insectos y fue el resultado de la expansión del mal del siglo; éste inició en forma de cenizas nocturnas en una ciudad bastante populosa, la gente allí estaba acostumbrada al continuo cielo gris, producto de la combustión de miles de motores y de las chimeneas de las fábricas, las enfermedades respiratorias eran comunes por lo cual nadie le dio importancia al principio, la primera señal de algo inusual fue la mortandad de las palomas de la catedral, una mañana la plaza y las calles circundantes se llenaron con cientos de cadáveres emplumados, el hecho se comentó en la radio y se transmitió por televisión, unos lo aprovecharon para hacer memes y otros para proclamarse como profetas señalando el suceso como una señal de que el apocalipsis estaba cerca, algún menesteroso llenó su costal con ellas para prepararlas en caldo y usar sus plumas como relleno de almohadas, otros ejemplares se recogieron por estudiantes de veterinaria y fueron analizados, descubriendo sus órganos ennegrecidos, pero los resultados no se hicieron públicos y todo quedó como leyenda urbana. La segunda señal fue el oscurecimiento del cielo, del tono gris plomizo pasó a un gris sepia, para entonces ya no quedaban palomas en la catedral, sus siguientes víctimas fueron las ardillas del parque, éstas amanecieron flotando en la fuente, entonces se especuló que se aproximaba una tormenta solar y las ardillas habían corrido a refrescarse hallando la muerte por ahogamiento, no hubo oportunidad de hacerles autopsia pues algún chistoso se las llevó para disecar y luego venderlas como recuerdo a los turistas, la siguiente señal fue una fina capa de ceniza que amaneció por toda la ciudad, los habitantes pensaron que se trataba de polvo, pero según los noticieros el volcán no había registrado ninguna actividad durante la noche, debido a ésta ceniza los árboles comenzaron a secarse, sus hojas caían profusamente y sus troncos daban la impresión de haber sido carbonizados, se tomaron muestras de la ceniza pero los resultados tampoco se hicieron públicos, ésta ceniza continuó su pertinaz caída al anochecer y los servicios públicos tardaban mucho tiempo en barrer las calles, ocasionando estornudos y resequedad en la garganta de los habitantes, algunos albañiles la aprovecharon para mezclarla con cemento pues descubrieron que al mojarse adquiría una consistencia pegajosa.
Luego comenzó la mortandad de personas, éstas enfermaban esporádicamente y fallecían por asfixia, las explicaciones fueron insatisfactorias conforme la cantidad de cadáveres aumentaba, científicos y médicos no lograban explicar el fenómeno que empezaba a abarrotar hospitales y clínicas, el hecho ocurría pocas horas antes de la medianoche por lo que aconsejaron a la población quedarse encerrada en sus casas o por lo menos protegerse con tapa bocas, también se recorrió la hora matutina de entrada en las escuelas y se invitó a los turistas a abandonar la ciudad, todo ello comenzó a repercutir en las actividades económicas, provocando escasez y temor en la población que presenciaba en plena calle los estragos de la enfermedad: esquizofrenia, fiebre, convulsiones e insuficiencia respiratoria que ocasionaba la muerte; según los estudios oficiales dados a conocer por el ministerio de salud (cuando reconoció su incapacidad de afrontar la epidemia), la ceniza estaba formada por partículas de dióxido de carbono mezcladas con algún nuevo virus, quizá una sustancia química escapada de algún laboratorio accidentalmente, la mutación de cierto virus prehistórico y expandido por gases tóxicos o incluso tal vez un maléfico germen extraterrestre que había penetrado la atmósfera, también se especulaba que se había producido una explosión solar en pequeña escala cuya radiación se solidificaba durante el día y caía sobre la población en lugar de disiparse con el viento como debería ocurrir; las hipótesis eran bastantes pero no impedían la creciente mortandad, la gente exigía o suplicaba confundida, abrazando los cuerpos inertes de sus seres queridos, una solución definitiva y maldecían ese cielo nocturno que ahora se había convertido en asesino, los más pudientes amenazaban e incluso sobornaban los médicos y laboratorios encargados del caso una cura para el mal, lo cual se prestó a corrupción, creándose remedios ineficaces que solamente prolongaban la enfermedad o la disfrazaban con otros síntomas, pero a pesar de que se determinó que el humo y los gases contribuían a empeorar la epidemia éstos se seguían produciendo, por más programas de contingencia que se efectuaran, y por más recomendaciones que se difundieran, ello ocasionó la formación de una capa espesa que impedía al sol iluminar debidamente aún en ausencia de nubes y a las horas más intensas, dando así a los ciudadanos apariencias sombrías, la ciudad entera parecía haber sido colocada detrás de un vidrio polarizado, como medida (irrisoria por cierto) se decretó un toque de queda a partir de las siete de la noche y hasta las siete del día siguiente, la gente cerraba y sellaba puertas y ventanas con silicón o con periódicos para evitar en lo posible que las partículas se colaran a las viviendas, ésta forma de vida sin embargo causó paranoia en gran parte de la población, sobre todo los ancianos quienes no se acostumbraban al encierro y terminaban suicidándose por la nostalgia de su antiguo ritmo de vida o preferían salir a desafiar la muerte inevitable antes que seguir viviendo como “peces terrestres”, los niños por su parte se volvieron tan hiperactivos que muchos padres tomaron la iniciativa de colgar redes y sogas en sus casas para que sus vástagos pudieran entretenerse y descargar sus energías con tal de mantenerlos seguros. Para entonces la ceniza nocturna se extendió a más y más poblaciones, provocando así un éxodo masivo que atrofió el tráfico ya que la enfermedad cobró sus víctimas mientras éstos conducían obligando a los sobrevivientes a abandonar sus vehículos y regresar a la ciudad y seguir esperando una cura o continuar alejándose a pie.
En medio del caos se dejó oír un rumor, primero como un chisme pasajero proveniente de una paupérrima barriada que poco a poco cobró más fuerza hasta hacerse noticia, tan sorprendente que atrajo la atención de los medios y por lo tanto de los reporteros que en oleadas fueron a la colonia que irónicamente se llamaba “El Paraíso” para conocer a un anciano sacerdote que era capaz de permanecer toda la noche recorriendo las calles para administrar los últimos sacramentos a las víctimas callejeras de la tenebrosa ceniza; el padre Javier en cuestión fue primeramente entrevistado en la capilla de la parroquia dos horas antes de que empezara su solitario peregrinar, le hicieron muchas preguntas, pero sus respuestas eran demasiado breves y sus silencios demasiado largos, como si su caso no mereciera la atención que se le estaba prestando y mucho menos arrojó luz alguna sobre su inmunidad, él decía simplemente cumplir con el deber de socorrer a los infelices y de alguna forma alivianar su dolor, en cuanto a su resistencia, sólo Dios sabía el por qué. El reportaje salió en primera plana y pronto su caso llegó a oídos de científicos e investigadores extranjeros que no tardaron en ir en su busca con el fin de analizar su cuerpo y hallar la clave para conseguir una vacuna, el padre Javier fue literalmente secuestrado de su parroquia por soldados enfundados en trajes aislantes y armados con de tanques de aire, lo levantaron del catre mientras dormía y se lo llevaron en avión a una clínica extranjera especializada para someterlo a estudios y, sin embargo, fuera de un elevado fervor nada anormal lograron hallar y cuando le pedían su opinión acerca de la “ceniza nocturna” él contestaba:
-“La contaminación, mezclada con el odio es en sí el veneno, cada insulto, cada nota ensordecedora de nuestros aparatos, cada alma arrebatada con violencia de su cuerpo, cada chisme mal intencionado, cada envidia bullendo en el cuerpo de un ser frustrado es como el hedor de un cadáver que permanece suspendido en el cielo, pero el cielo está tan colmado que se niega a recibirlo, ya nadie ora, ni se corrige, no hay árboles que fabriquen oxígeno ni animales libres que diseminen la energía de la madre Tierra, es más todos creemos ser víctimas de un inmerecido castigo, así que el demonio de la peste ataca en las sombras a sus propios creadores...”
Los médicos continuaban extrayendo su sangre y conectando estratégicamente sondas y aparatos de medición en todo su cuerpo mientras los científicos le animaban a seguir hablando sin tomar notas, esperando que cambiara de tema.
-“El hombre muere y mata con sus pensamientos, no es raro pues que se hayan convertido en epidemia, me da tristeza ver a un enfermo compadecerse de sí mismo y maldecir su suerte, le tienen más miedo al sufrimiento de la muerte que a la esperanza de la vida; la maldad se ha condensado tanto que el sólo respirarla enferma...”
-Pero usted también la respira –advirtió uno de los médicos mientras estudiaba un electrocardiograma
-“Es cierto, por eso puedo afirmar lo que digo, pero no permito que los sentimientos venenosos me contaminen; cada noche oro por mí, para que Dios en su infinita compasión se manifieste y me permita salir y cumplir mi misión, para que la bondad se propague y sea más intensa que cualquier grado de maldad, de regreso rezo por los que durante la noche no lo hicieron , para que no se abandonen a la desesperanza...”
-¿Insinúa usted que basta rezar para salir de noche a las calles sin peligro?
-“Yo sólo insisto en que el mal sólo se puede combatir con bien, la desesperación con calma y la tristeza con fe, rezar nos permite entender los designios divinos, el cuerpo se desintegra con el tiempo, ¿para qué empeñarse en conservarlo?, la esencia no, la esencia es lo único puro que tenemos, con la cual llegamos y la que nos llevaremos pues es infinita como Dios; lo que sucede es que la sociedad se ha extraviado y se siente ajena, es tan artificial como sus sentimientos y va a la deriva, condenada a destruirse desviada de su rumbo...”
-¿Y cuál es su verdadero rumbo? –preguntó el científico rascándose la cabeza en señal de exasperación.
-“El rumbo del ser humano es vivir en armonía consigo mismo y las demás criaturas” –sentenció antes de quedarse dormido por los sedantes.
Los estudios se prolongaron dos meses, pero la gente exigía una respuesta y científicamente no la había, comenzaron los motines por el alza de medicamentos para paliar los estragos de la enfermedad, científicos de otros laboratorios trataban de conseguir “prestado” al sacerdote para estudiarlo aunque tuvieran que succionarle toda la sangre; los tumultos tuvieron que ser reprendidos por la fuerza y el sacerdote, objeto de estudio debió ser reubicado varias veces .Ante la esterilidad de los resultados y su necedad del padre Javier de darle a la epidemia un enfoque místico decidieron catalogarlo como un fenómeno y abandonarlo en el aeropuerto de su país; para entonces el gobierno empezó a promover entre la población el uso de máscaras anti gas, solución extrema e incómoda pero práctica en su momento y con el tiempo hasta común; desafortunadamente la producción del vital oxígeno se convirtió en todo un negocio al formarse los “paquetes purificadores” que constaban de: máscara antigás, uno o dos tanques de oxígeno con duraciones de un mes, uno o cinco años, un traje térmico en variados diseños, todo ello confeccionado con materiales diversos de acuerdo al presupuesto de cada quien, así mismo se instalaron bombas productoras de oxígeno en las principales avenidas, primero a un costo módico que fue subiendo imperceptiblemente cada mes, así, en poco tiempo el país semejaba un hervidero de fosforescentes y coloridos insectos no solamente durante la noche, sino también de día ya que, ante la falta de luz los paquetes purificadores se hicieron indispensables, comprándose de contado, a crédito o en abonos hasta en las poblaciones marginadas donde tuvieron que conformarse con pésimos equipos por ser los más baratos, eso, aunado a la gran cantidad de equipos que se desechaban por desperfectos o término de su vida útil provocó que se formaran cúmulos por doquier, asfixiando la raquítica vegetación sobreviviente; el panorama se hizo tan común que ya nadie se acordaba que alguna vez el cielo fue azul y que habían en el cielo ciertos objetos brillantes llamados estrellas; los niños, los primeros perjudicados eran una réplica a escala de los insectos artificiales en que se habían convertido sus padres: flacos debido a la comida sintética que se tuvo que producir en ausencia de plantas y animales, inclusive el agua se hizo muy costosa por el proceso de purificación tan largo que se debía realizar ya que los ríos y mares apestaban debido a la incontable variedad de fauna en descomposición, hombre y mujeres no se distinguían dentro de sus enfundados trajes y circulaban evadiendo o subiendo los cúmulos de trajes y tanques de oxígeno abandonados por inservibles, la situación ocasionó que los humores se agriaran al grado de comunicarse con gruñidos y pelear por la posesión de algún equipo purificador. En ése entonces ya a nadie le interesaba oír la prédica del padre Javier que como fenómeno caminaba sin protección alguna, aduciendo a la ceniza como consecuencia de la degenerada conducta humana, es más, fue visto como el único bicho raro por sus congéneres mientras confortaba a los desdichados agonizantes que no podían costearse el “paquete purificador”.
Así fue como dio comienzo la “Revolución de los insectos”, ocasionada por la gran cantidad de fraudes y extorsiones cometidos con la venta y distribución de los “paquetes purificadores”, aquello se había convertido en un asunto de vida o muerte y así como en tiempos inmemoriales se peleaba por tierras, por oro o por petróleo, en “Revolución de los insectos” se peleaba por el simple derecho a respirar, durante ésta revuelta el padre Javier fue encontrado plácidamente inerte junto a su reclinatorio después de días de no haber sido visto, la prensa calificó el hecho como “inevitable” ya que a esas alturas era imposible vivir sin un “paquete purificador”, las personas que lo descubrieron juraban que parecía más bien dormido y en perfectas condiciones después de tantos días de fallecido, por lo que algunos fanáticos lo encerraron en una vitrina para exhibirlo en el altar y producir cuadros, estampillas y cuanto objeto llevara su imagen para vender a los ingenuos a ver si les hacía un milagrito...