¡Te necesito!,
clamaba, suplicante,
la triste voz.
No me abandones,
preciso tus palabras
y tu cariño.
Siento el cansancio,
del cuerpo envejecido
y el alma rota.
...Pero el silencio
responde con silencio
a lo que pides.
Aunque es verdad,
precisas, con urgencia,
una caricia.
Unas palabras
que lleven a tu oído
una esperanza.
Una mirada
que dejen en tus ojos
algo de luz.
Y unas sonrisas
que inunden de ternura
tu corazón.
¿Dónde te escondes
amor que tanto anhelo?
¡Te necesito!
Rafael Sánchez Ortega ©
16/04/23