Un jocote por «dulce» se jactaba
de su miel, que la gente apetecía.
Y el fruto su sabor engalanaba,
mientras otros la gente no quería.
Al jocote los egos se le inflaron,
porque nunca pensó en lo que vendría...
¡Y a mordidas un día lo agarraron…!
Ya sin vida quedó muy polvoriento
el bagazo que al polvo lo tiraron.
Y en el tamo ya nadie le dio aliento,
se murió, lo que tanto tuvo en cuenta,
porque el ego se vuela como el viento.
La soberbia de pronto se fermenta
si te llenas de tanta vanagloria.
Mira bien lo que dice ya la historia,
quien se jacta de pronto se lamenta.