El tiempo, un forastero, sin registros, ni dueños,
es hábil gondolero, navegando entre ensueños.
El eterno presente, se convierte en pasado.
El futuro mundano que busca ser feliz
es porvenir ausente, nunca está asegurado.
El tiempo, viejo arcano de ignota directriz
sordo, mudo, paciente, tenaz, acompasado
con la parca en su mano, no permite barniz
su designio es certero con grandes desempeños.
Así tarde o temprano, se torna a la matriz.
El valiente guerrero, ve truncados sus sueños,
se muda a un hombre llano, no domina el tamiz,
y pierde su velero de engranajes pequeños.
Es un etéreo ente, deja todo marcado
con un norte latente de péndulo sesgado.