Un pecado mortal,
es no tenerte,
no poderte admirar,
aquí, de frente.
Tu voz suena con el viento
de la noche y el día.
Al ver las estrellas sempiternas,
me atrapa la melancolía.
Y el sentimiento pasa lento,
del amor a la alegría,
luego monta el tiempo,
cabalgando hacia la utopía.
Buscando tus cabellos dorados
para iluminar la penumbra,
tu cuerpo almibarado,
mis ojos deslumbra.