Valentin Von Harnicsh

Piedad

Páusate, inquieto  e intruso corazón

que andas curdo, loco y acelerado.

Mis noches no tienen paz ni sueños

y mis días sin colores solo son bocetos;

 

¿Acaso recuerdas tu el siempre añorado pasado?

¿No te barniza en puro gris el alcohol para olvidar?

¿Por qué mis nuevos inicios son puros fracasos, hoy como ayer?

¿Por qué mi fracaso puede de noche doler siempre más y más?

 

Extínguete sin llamas apasionadas, de viva carne cruel amasijo:

mi pecho no es prisión segura para tan soberbio y temido reo;

mis pulmones solo aspiran negrura y conocidos poemas en el tabaco,

mi boca solo bebe de botellas con sabor a canciones y recuerdos.

 

Acábate y consúmete en tu repetidos latidos,

estalla lo poco que me queda de cordura y cuerpo;

llévame a la morada depresiva a donde yo pertenezco:

al mundo de espesas sombras cuyo dominio es de los muertos.

 

Te suplico y me arrastro para pedirte vivir como aquellos

que han conocido la paz huyendo de su propios miedos; 

o de aquellos que dejando notas a otros mundos partieron

o en la marmórea y sombría soledad de las lozas del cementerio.