De tus palabras
recuerdo la ternura
que me dejaron.
Y te entregué
mi alma, sin reservas,
como regalo.
Fue muy bonito
amarte de esa forma
que ahora recuerdo.
Pero, cansada,
tu voz pasó al silencio
y te perdí.
Nada dijiste
y apenas me explicaste
de tus motivos.
Pero cambiaste
y yo quedé esperando
una utopía.
No te reprocho
tu marcha y tu silencio.
Eres muy libre.
Porque te amé
y te amo, todavía,
me llamo tonto.
No sé qué espero,
tampoco lo que busco,
pero me faltas.
Sé que no estás,
que nunca más vendrás,
ni nos veremos.
Y aquí me quedo,
cargado de ilusiones,
con tus palabras.
Ellas me dieron
sonrisas y esperanzas
y muchos sueños.
Hoy, que me faltan,
me esfuerzo por oírlas,
pero no están.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/04/23