Delgada como cisne,
ligera como el aire que vuela
en las ilusiones de la aurora;
Salías a recibirme
en la puerta de tu alma, con esa luz
de primavera.
¿Sabiendo que soy triste, porque me quisiste
tanto?
Sabiéndome espíritu gris
enroscado a su silencio,
como el aire que se desliza
por las estériles dunas del ocaso.
¿Por qué me acostumbraste a la luz
desnuda de tus ojos?
Nunca supe en que momento
me cambiaste el desahuciado cielo,
ni como mudó mi llanto
a rio de agua cristalina
en que mojabas tus pies pequeños
y desnudos;
¡Me desnudaba tanto en tu sonrisa,
que hacías llorar a mi tristeza!
¡Oh amor, todo volaba, entonces!
Y no pude detenerte.
A veces quisiera hundirme en el agujero
de mi pecho
y recoger del fondo,
tus ojos que sobreviven aun
como dos estrellas amorosas
para mi honda soledad.