Descansan penumbras quejosas,
salgo surcando relámpagos,
encuentro a maníacos juglares
y abordamos ese caudal de
espamentos y risas.
Comienzo a tejer ese pulover ancho,
ese cielo lúgubre y ruín,
casi frazada, con formas afrodisíacas.
Tomamos la calle donde años atrás
fui encontrando el destino,
recordando en silencio esas aventuras
mientras los sultanes soltaban a los leones.
En un avistamiento estelar se dobla la apuesta,
siendo multitud nos encoframos en olvidares
y comienzo a perder el hilo
que me ata a mis calambres.
Bajo techo, a salvo de esas flechas y meteoros
derroto el estar y vuelco mis dialectos
haciendo mezclas variantes,
derribando las horas como a jirafas.
En un destello descubro
que soy visto en mis maneras,
y mi color cambia a un morado,
levantando mi estatura.
Como cañón apunto a esa pared
y voy tirando ladrillo a ladrillo la muralla,
con balas de carcajadas y ocurrencias,
cuidando sobresaltar la marea
y no dejar aflorar falencias.
Usurpando lugar llega ese otro yo,
esa otra personalidad, esa dual forma de ser,
me dejo poseer y flirteo con lo sádico,
derrapo en barros tan resbaladizos,
pero porque soy pirueta y soy total suerte
en esas ganas de dar vueltas y maravillar.
Llegamos a casa de divas, la hora es amiga,
la noche me muestra su música de estrellas
y amable me deja elegir entre ellas,
entre quasares y galaxias recién nacidas,
enervo de ellas y confieso mi total locura
a los residentes que son tan contagiosos
y de inhibiciones previstos.
Veo el porvenir y tomo riendas,
tan preparado y aun así, disconforme,
me acerco a la buenaventura
y me muevo a su velocidad,
ese ritmo tan natural.
Tomando trago largo de la situación,
emborracho mi corazón con ese muestrario
de ondas expansivas y maravillados códigos.
Tan sólo cojeo un mínimo instante
prometiendo mas dulzura y no comprendiendo
que todo lo bueno tiene fin, para poder ser..
Al volver de la escaramuza,
las riendas son de la noche, aunque
fue tan divertido dirigir un rato ese cosmos impactante,
ser dios conmigo y los demás,
que no me apeno y tan solo río interno.
Contando amistades y dando nombres nuevos a planetas,
nos vamos de la ópera tan diestra y magnífica,
dando un último beso a un cometa de orígenes tan lejanos
que cruzó su órbita por estos cuadrantes, conociendo
a este tan sólo astrónomo loco.
Al volver a mirar por ese telescopio
el espectro sigue ahí, tan dispar que aburre,
aunque aún se muestra hermoso pero distante,
veo abajo y observo tanta perspectiva
y me observo a mí mismo,
congruencia de destellos al azar...