Jamás imaginé que mi destino
estaba a su destino tan ligado;
y supe al contemplarla que mi sino
sería de su amor vivir prendado.
Un cielo luminoso y cristalino
tenía su mirar tan despejado;
logrando con su rayo tan divino
dejar mi corazón aprisionado.
Rindiome su sonrisa tan coqueta
y puse mi existencia a su servicio;
y todos mis ensueños de poeta
hallaron en su luz el gran solsticio;
trayendo en su perfume de violeta
la esencia de pasión que anula el juicio.
Autor: Aníbal Rodríguez.