Lourdes Aguilar

EL VALLE DE LAS PIEDRAS

Hace años fui a visitar un valle cuyo nombre no recuerdo,  Un valle rodeado de pinos, tantos que el aroma se percibía desde varios kilómetros antes de llegar, recuerdo eso y la gran cantidad de piedras diseminadas aquí y allá en todo el perímetro que ocupaba, me fascinaron sus variadas formas y tamaños, yo, como cualquier citadino sentí que el aire puro me lastimaba al respirarlo, pero era un dolor placentero, era como si ese aire vivificante arrancara de golpe una costra de mugre fuertemente adherido a los pulmones; era temprano, así que recorrí todo lo que en mi andar embobado pudiera distraerme, como dije, había una gran cantidad de rocas ocupando el espacio que los pinos dejaban libre y era divertido descubrir analogías en sus formas, llegué a bautizar por lo menos un ciento hasta que mis pasos me llevaron a un arroyuelo de agua tan cristalina que me arrodillé a contemplarlo, ciertamente era apenas un hilo de agua avanzando despacio, pero yo estaba hechizada por el paisaje y todo me llamaba la atención, el agua, como espejo, tan pura como el aire me invitaba a probarla, pero cuando  estuve a punto de inclinarme a beberla un grito me sobresaltó, miré consternada alrededor pero lo único que vi fue una solitaria oveja a pocos metros de mi, pensando que solamente me lo había imaginado intenté inclinarme de nuevo, pero nuevamente me gritaron “¡No lo hagas!” Ya no me cabía ninguna duda, giré espantada para toparme frente a frente con la misma oveja, no cabía duda ¡el animal hablaba! Muda de la sorpresa la vi morder mi suéter con su hocico para jalarme hacia atrás, el movimiento hizo recuperarme un poco y aún aturdida le pregunté a la oveja:

--¿Qué te pasa animal?¿Por qué me jalas?

 Para mi sorpresa y temor la oveja contestó:

-Tu sombra va oscurecer el agua, y si se oscurece se va secar, ya quedan pocos arroyos.

-Eso es absurdo, una sombra no hace eso, ¡además eres una oveja!, ¡las ovejas no hablan, sólo balan!

-¿Acaso no entiendes lo que te digo? ¡No te acerques al arroyo! Mujer estúpida

 Mi miedo se desvaneció por completo al escuchar aquélla oveja tan grosera, así que incorporándome, le increpé:

-Esto es ridículo, es la primera vez que una oveja abre el hocico para regañarme, ¿de dónde sacas que mi sombra va secar el arroyo, quién ha inventado ese disparate?

-Todos en el valle lo sabemos, pero como no eres de aquí y además eres tan tonta te lo voy a tener qué explicar…

-¡Deja de llamarme tonta!

Sin hacerme caso continuó:

- En éste valle hace mucho tiempo corrían varios arroyos, mucho más anchos y hondos que este,  lo que no había eran piedras, también hubo gente, pero eran diferentes, ellos no tenían sombra, eran gente ligera y alegre que convivían en paz, tanta que no existían muros ni cercas, por eso el agua no se secaba; pero un mal día nació un niño con sombra, eso no había ocurrido antes y los habitantes de éste lugar sintieron miedo, dudando entre dejarlo vivir o sacrificarlo, pero el jefe de la tribu dijo que no tenían derecho a disponer de una vida recién iniciada y que su presencia representaba una prueba para todos ellos. El tiempo pasó y el niño era aparentemente normal, a excepción de que su cuerpo era pesado y torpe, todos los demás niños corrían, bailaban y cantaban con facilidad, él en cambio se cansaba fácilmente, tenía una voz ronca y no retenía en la memoria las enseñanzas de los mayores, lo único que le gustaba en realidad era hacer esculturas, las piedras que tú ves aquí son obra de ese niño, solo que se han erosionado con el tiempo.

 La oveja se quedó callada unos momentos, era increíble todo lo que estaba escuchando pero había despertado mi curiosidad, como la oveja no continuaba le pregunté:

-¿Y luego qué pasó?¿cómo se secaron todos los arroyos?

-Cada vez que el niño se bañaba absorbía agua, y luego sudaba esa agua, pero no en forma de líquido, sino como polvo, y era un polvo que solamente él podía manipular, entonces hacía bolitas de arcilla y formaba figuras, las figuras se endurecían y si él quería podía cambiarles la forma cuantas veces se le antojara, entonces empezó a hacer figuras cada vez más grandes, por ello constantemente estaba en los arroyos, absorbiendo el agua y sudando, los ancianos de la aldea le advirtieron que moderara su capacidad y le aconsejaban que hiciera algo útil con el barro, que edificara casas, trastes u horadara túneles, al principio fue obediente, pero al llegar a la juventud se hizo presuntuoso, era el único con la capacidad de crear y moldear la roca, se volvió soberbio, usaba las rocas para golpear cuando estaba molesto, comenzó a crear monstruos, su sombra se hacía más grande y los arroyos empezaban a bajar su cauce…

-Yo no veo ninguna roca con forma de monstruo.

-Están enterradas bajo el suelo, son tan aterradoras como el alma de ese joven.

-¿Y qué pasó después?

-Una mañana, antes del amanecer los pobladores recogieron sus escasas pertenencias y se fueron con sus canoas arrastrados por la corriente de uno de los arroyos todavía lo suficientemente hondo y caudaloso para transportarlos, se fueron sin avisarle al joven que dormía profundamente por brebaje que le dieron en secreto, dejándolo solo en el valle. Cuando éste despertó hizo una balsa y trató de seguirlos, pero su sombra se proyectaba varios metros delante él y fue secando toda el agua conforme avanzaba, cuando ya no pudo navegar más caminó y caminó hasta perderse, nadie supo si murió o pudo reunirse con su gente; algunas aves migratorias cuentan que hay un pico oscuro más allá de los volcanes, de la cual dicen que es una gran sombra solidificada y en el interior duerme un hombre, tú sabes, nadie lo ha comprobado.

-Bueno, pero mi sombra no es grande, ni yo puedo absorber agua, no veo por qué debas temer.

El animal sacudió la cabeza y dijo:

-Ya decía yo que eres tonta, más arriba de éste valle hay gente con sombra igual a la tuya que se la pasan sacando agua, la entuban, y es peor, de esa forma no necesitan venir para llevársela en cubetas como antes, así que deja el arroyo tranquilo.

Y sin agregar más, se dio la vuelta y se alejó, yo la estuve observando un buen rato hasta que se perdió de mi vista, luego miré el arroyo, el agua seguía cristalina, avanzando lentamente, miré de nuevo las rocas, luego me dirigí hacia el automóvil para iniciar el retorno, esa maldita oveja había conseguido hacerme sentir tonta, qué lástima que no pueda recordar ahora el nombre de ese valle.