Mientras la tarde agoniza y el calor esta presente,
sentado en la mecedora, vienen las memorias, de
aquellas risas contagiantes, la mirada anhelante,
los suspiros que abundaban mientras otros simplemente,
expectantes a la noche, en otros sueños despertaban.
Un papel, unas cuantas letras, y toda una elegía
que, a fin de cuentas, encontraban alojo en una idea,
una intencion en quien leía esos cuantos garabatos.
El café se enfría, como se enfrían esos recuerdos,
poco a poco, asi, sin mas, se perderan en el olvido.
Y una cancion, que apenas reverbera en mi pensamiento,
el arpegio maravilloso de una guitarra trilce,
sola, suficientemente hermosa, es mas, preciosa, viva,
acompañando las estrofas desarmadas, en ruinas,
de un borracho remedo de pensador, vistiendo las
penas, culpas y agonías de aquello que aconteció.
Pero el recuerdo aún esta, la memoria si, persiste
y las ganas de decir: te veo en siglo nuevo, o en el
sueño eterno de otra epoca, febril o llena de días...
la certeza, de verte en la noche de escritos fugaces,
o siendo nosotros fugaces con escritos nocturnos.