En mar de tranquilidad,
de cristales, de diamantes,
se relajan los amantes,
envueltos en su verdad;
en completa libertad,
como luceros vibrantes,
con sus pechos palpitantes
gozan su realidad;
con luminosas miradas,
sus labios estremecidos,
sus manos entrelazadas
sus cuerpos desvanecidos:
mejillas ruborizadas
y su aliento hecho suspiros...